miércoles, 23 de diciembre de 2009

Diez años después.

Blancanieves nunca quiso ser realeza;
Aunque ella lo niegue en su rostro se aprecia.
Quiere ver montañas y desde sus cumbres
El viento y las nubes poder alcanzar.

Presa en sus vestidos de seda se aburre,
Y de las costumbres no quiere ni hablar.

Ella está rodeada de gente tan fría;
Se siente una extraña, se siente vacía.
Vuela frente a ella un cumplido engañoso,
Y cierra los ojos por no protestar.

Porque en su palacio todo es tan hermoso,
Que nada a la vista se puede tocar.

No puede evitar añorar el pasado,
Sus buenos amigos, su casa, su prado.
Ahora está casada y planea reuniones
Sin más libertad que sentarse a opinar.

Aprendió a escuchar y a esconder emociones,
Y aún así su voz no se deja engañar.

Se vistió radiante, como corresponde
-La pana delata lo que el cuerpo esconde-.
El príncipe azul que se acerca indeciso
Demuestra interés y la invita a bailar.

Ella le sonríe y con gesto impreciso
Niega cortésmente y se vuelve a sentar.

Es que está cansada de tantos regalos,
La llenan de joyas, la llenan de esclavos…
Aunque los acepte por ser complaciente,
A puertas cerradas los deja escapar.

Las joyas le gustan pero no las siente;
Las tira a la fuente por verlas brillar.

La dejaron sola y la reina anda suelta,
Prometió encontrarla y vengarse a su vuelta.
Sabe que no hay suerte que pueda ayudarla
Pero al parecer no la llega a afectar.

En su mente hay cosas que suelen cegarla,
Ni las amenazas se pueden filtrar.

Corre hasta su torre y se encierra en su cuarto
A leer los cuentos que le gustan tanto.
Canta recitando finales felices,
Pero ya ni eso la puede alegrar.

Es que Blancanieves no tiene matices,
Y cuando está triste no sabe llorar.

Dime, Blancanieves, qué es lo que te apena,
Que ya no sonríes cuando el río suena;
Rosas y palomas adornan tus sueños,
Pero solo en ellos se van a quedar.

Acaso ha perdido la luna su encanto
Que ya no te escapas a verla brillar?

Vamos Blancanieves, que ya es primavera:
Siente la alabanza del día que espera.
Borra con tu risa el sonido del llanto,
Se apaga tu canto en tan hondo pesar.

Déjame llevarte a una tierra lejana
Donde los senderos estén sin marcar.

No te escondas más entre muecas fingidas
Ni sigas penando ilusiones perdidas,
Tienes una vida esperándote afuera,
Aquí solo quedan metas sin lograr.

Aunque tus razones no sean sinceras
Es solo un momento que debes pasar.

Métete en el cuento que tanto adorabas,
Y encuentra ese bosque que siempre buscabas,
Salta de tu torre de fiel prisionera,
Aunque ya no creas que puedes volar.

Déjate llevar por la paz pasajera,
Ni bien la marea comience a bajar.

Siéntate y espera a que llegue la reina,
Cuéntame una historia y demora el final;
Duerme mi princesa vestida de pana
Que solo en tus sueños puedes ser real.

Si no caes rendida frente a la manzana,
Tal vez la mañana te pueda encontrar.

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Es larguísimo, lo sé. De todas maneras, hacía mucho que no posteaba nada, así que va todo junto.

Felices fiestas a todos.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Vértigo.

No mires hacia abajo, le dijo él, y ella obedientemente fijó la vista en el cielo, en sus ojos, en el puente que se le hacía cada vez más lejano mientras caía.

viernes, 2 de octubre de 2009

Contar qué contar.

Hay una mujer en una parada de colectivo cualquiera que quiere inventar una historia sobre un hombre que está sentado intentando escribir un cuento sobre un pescador viejo que vive en su barco y que mientras espera el pique piensa en escribir una historia sobre un campesino que aunque no sabe escribir desearía poder contarle a todos la historia de su hija, una joven que estudia en la ciudad y que intenta escribir un poema sobre una mujer divorciada que quiere narrar su novela como otra mujer que no es ella, y que quiere contar la historia de la amiga de un joven apuesto que quiere ser escritor pero no sabe cómo poner en palabras su idea de la vida de un perro parlante que cuenta la historia de la vez que se enamoró de una gata que maullaba cuentos sobre su dueña, una anciana simpática pero aburrida que se entretenía contando la historia de su juventud como una periodista empecinada en relatar las aventuras de un hombre bohemio que conoció y que buscaba una manera revolucionaria de contar su vida para que sonara más interesante, y quería contarse desde la perspectiva de un huérfano de siete años que idolatraba a un artista bohemio que soñaba con la fama y si podía, con escribir la historia de un niño huérfano que, acostado en la cama, se imaginaba cómo sería su historia dicha por su posible madre adoptiva, una mujer que, esperando ansiosa en una parada cualquiera de colectivo, piensa en una historia para contarle cuando lo conozca, pero no se le ocurre nada.

viernes, 25 de septiembre de 2009

¿Quién querés ser, hoy?

Hoy no tengo deseos de estar de buen humor. Es así. Hoy no quiero sentirme feliz, optimista, salvadora de un otro o ingenua que sonríe porque siente que en el fondo, todo va a estar bien. Yo no soy esa. Tampoco soy ésta, pero quién me dice la que soy y la que no.
La verdad es que hace mucho que no puedo terminar un solo escrito. Muy simbólico, muy conocido.
El problema de hacer esto -escribir- es que pienso lo que voy a decir, trato de darle forma, algún estúpido trasfondo para que no suene tan plano como yo misma nunca me permito ser. Dios no permita que sea sencilla, o siquiera entendible. Por eso me gusta hablar, porque descubrí que si hablo realmente rápido, mi boca le gana a mi cerebro y llego al punto en el que el filtro ya no dicta mis palabras tan precisamente. Y ahí se me mezclan las ideas, las conjugaciones y los conceptos -e incluso se oyen los vestigios de una infancia seseosa-, pero lo que realmente siento me sale mucho más limpio. No me interesa la estética, hoy (mentira). No me interesa si no suena bien lo que digo (mentira); hoy la estética quedó guardada. Esto es escritura cuasi catártica, señores. Acá no hay reglas que respetar más que las propias. Y las reglas a las que se atiene mi cabeza son bastante ambiguas, así que puede ser cualquier cosa. Puedo ser cualquier cosa, en el texto. Lástima que no me dejo.
Pero hoy no estoy acá para escribir, estoy acá para hablar. Y eso hago: hablo. No puedo parar, porque si me detengo y lo releo, voy a borrar todo lo que escribí. Y entonces, estos minutos solo van a haber existido para mí, y estoy harta de vivir por y para cosas que solo existen para mí. Es cansador y estéril. La verdad, no hay demasiado que quiera y pueda decir. Hay mucho que quiero decir y no puedo, y mucho que puedo decir, pero no me interesa compartir. No, la verdad es que no quiero decir nada hoy. Así estoy, encaprichada. Tal vez no es que no quiera, sino que no sé cómo. El hecho es, pasado en limpio, que acabo de escribir quién sabe cuántas líneas para no decir absolutamente nada, y que no me interesa si hay alguien leyendo(me) o no. Hoy no. Porque no quiero tener que ir hacia la gente, ni hoy ni mañana ni pasado, y aunque por ahí ya para la noche se me va este sentimiento de que si supiera cómo, arrancaría mi mente de mi cuerpo y la pondría a observar desde algún campanario altísimo cómo viven otros, con mi cuerpo como un ente sin voluntad propia a su lado tirándole tomates y diversos objetos que hagan de proyectiles a cualquiera que pase lo suficientemente cerca de la base, y aunque me diga que fui una imbécil toda la mañana y toda la tarde por no poder ver lo maravilloso del día, lo mágico de las calles, el brillo natural de los pajaritos y las mariposas que hasta ahora solo se dedicaban a tratar de no morirse de frío, aunque todo esto pase y yo me vuelva una persona amable, considerada, que entiende y aprecia los encantos de la vida más allá de su humor, y aunque no entienda por qué -o no quiera reconocerlo-, todavía voy a recordar que me sentía así. Todavía voy a poder sentir, en algún lugar, bien lejos de mi sonrisa complaciente, esa ira extraña y furtiva que se hace presente de vez en cuando como para recordarme que todavía sigue ahí, y que no desapareció por arte de magia, o porque haya pasado el tiempo, o porque tenga una nueva filosofía de vida. No, no. Es una voz cómoda y superada que se ríe cuando me escucha hablar buscándole el lado positivo a las cosas, una advertencia que me dice "che, mirá que seguís siendo la de antes..." y tiene razón.
Hasta acá llego. Hasta que el arranque se diluye. Seguiré cuando vuelva, supongo.


(Mentira.)

jueves, 27 de agosto de 2009

Hoy.

Hoy me es temprana la manía;
Se hace presente en la ocasión
Para contar, con ironía,
Causas de mi insatisfacción.

Si bien tu andar no es cosa mía
Ni tus acciones me interesan
Es realidad lo que temía:
Otro inocente se hizo presa.

No es de la vida que reniego,
Sino de tu presencia en ésta
Porque en tu afán de placer ciego
Vas retrasando la respuesta.

Tus intenciones son injustas
Y tus deseos, algo vagos;
Voz dominante que no asusta,
Y que se pierde en los halagos.

Si me escondiera con la muerte,
Tarde o temprano, llegarías.
Hoy mi protesta no es tan fuerte,
Y aún siendo así, la ignorarías.

Sos una ausencia dependiente,
Yo, quien discute con tu sombra.
Sos mi pasado más presente,
Yo una verdad, que no te nombra.

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Estoy algo cansada...

domingo, 2 de agosto de 2009

Huellas que no se muestran.

En tu naturaleza caprichosa
No queda mucho espacio para quejas:
Problemas no te faltan, y son viejas
Aquellas fantasías peligrosas.

Las dudas que atormentan tu pasado
Están inamovibles hoy y siempre;
La voz, que no te sale de tu vientre,
Se arrastra en un furor desesperado.

Adónde van tus ojos cuando miran,
Que miran más allá, pero no entienden?
No saben atacar, ni se defienden,
Y tiemblan de terror cuando suspiran.

Y qué pasa en tus manos que se encuentran
Más la una a la otra, que a las mías?
Por cada abrazo fiel que me debías
Tengo huellas de las que no se muestran.

No creo que podamos arreglarlo
Si ya no siento nada que me mueva.
Te di este corazón de amante nueva
Y solo se te dio por regalarlo.

Qué importa si creés que estás cambiado
Si con verte llegar ya es suficiente,
El cambio es un engaño de tu mente,
Que quiere verte muerto y desdichado.

No creo en tus palabras traicioneras
Que dicen lo que creen que quiero oír;
Si siento que no tengo que seguir,
Entonces, ya no soy tu prisionera.

Voy a dejarte atrás con tu ceguera
En manos del temor que te carcome
Y ante el menor recuerdo que se asome
Prefiero desterrarme a ser sincera.

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...Semana pesadita.

lunes, 8 de junio de 2009

A una vieja pena ajena.

Cuando hablo con vos siempre, pero siempre, algo anda mal. Cuando digo algo, quiero decir todo, claro. Siempre encontrás una razón para cubrirte de tristeza, de nostalgia, de insatisfacción, y yo, con mi sola presencia, siento que no puedo ocupar esos espacios que te atormentan. Reconozco que no soy ningún rayo de sol y probablemente nunca lo sea, pero entiendo cuestiones que antes no entendía. No siempre tiene que ver con vos, y tampoco tiene que ver conmigo. Te entiendo; juro que te entiendo, pero ya no puedo contenerte. No tengo con qué, ya no me sale. Sos un lugar vacío en mi rutina y yo en la tuya.
No tiene que ver tampoco con el aprecio que te tengo, que a veces parece infinito. Es simplemente... aquella tan negada autopreservación.
A veces, me dijiste, hay que saber tomar distancia para entender exactamente lo que pasa, y como puedo ver que ya estás demasiado cerca, te la doy.
Será más bien como una despedida pasajera, tan cantada, ¿hasta que te permitas tomar un rumbo diferente?
Eso espero, aunque, honestamente, por primera vez en mucho tiempo la duda no me preocupa.
Tengo mi mundo de pequeñas cosas y gente extraordinaria que lo visita.

Así que espero;

Porque espero, sí; espero. Pero no preciso.

miércoles, 3 de junio de 2009

Fulanito.

Amor. Todo el mundo habla del amor. Es lo que todos esperamos, a lo que aspiramos, ¿verdad? Vivimos nuestra vida con un espacio vacío que ni siquiera sabemos que tenemos, y cuando nos enamoramos, de repente nos sentimos plenos. Ya no somos seres inacabados, efímeros, sino individuos (sujetos, más precisamente) completos, satisfechos, reales. Es que no existíamos hasta que nos descubrimos, porque eso es el amor: un redescubrimiento de quiénes somos en realidad. Una ventana al autoconocimiento. El amor es lo más importante que tenemos... no, no es lo más importante: es lo único.
...Bleh.
Reconozco que me considero, más allá del tono un tanto despectivo de mi interjección, la persona menos adecuada que conozco para hablar de estos temas, más que por otra cosa, por el hecho de que me han sido ajenos todo este tiempo y, como puede dejarse entrever, una parte de mí está todavía algo reacia a acercarlos. Nunca es fácil incluir a la gente nueva en los grupos, sobre todo en los cerrados, y, sea como sea, a primera vista el amor no me parece un compañero muy simpático. Es más bien como Fulanito, el timidón que es amigo de un amigo de tu primo, y que sale con ustedes porque sus papás lo obligaron a traerlo ("si él no va, vos tampoco salís"). Y los callados son los peores, dicen. Sin embargo, es un callado popular, porque parece ser que todo el mundo lo conoce. "¿Qué, Fulanito? Sí, es un genio... la pasás bárbaro con ese. El mejor momento de tu vida."
Minga. Minga porque he tenido que consolar a decenas de amigos por los deslices del Fulanito ese. Minga porque "no me habla en el msn", porque "la trae aunque sabe que me lastima" y porque "no me quiere como yo la quiero", o simplemente porque "no me quiereee!".
Admito que soy una romántica incurable, sí; soy consciente de eso. Creo en el amor, aunque reniegue de él, e incluso creo que debe existir en algún lado uno como lo pintan en las películas -lo creo muy a mi pesar y a regañadientes de mi aparente cinismo, para ser honesta-. Pero soy así en todo. Por eso paso de asombrarme por las nimiedades más maravillosas de la vida cotidiana a adoptar este tono amargado y arisco para descargarme contra Fulanito, todo eso en menos de lo que me lleva tipear una frase.
... Aunque eso me lleve bastante tiempo. Pero ese no es el punto (debería tomarme un segundo para releer de qué estaba hablando... ah, sí.). El punto es que, después de todo, no conozco a mucha gente que haya amado a alguien (*Nota Mental: reducir los desvaríos*). No realmente. Sí, todos queremos. Vos querés, ellos quieren, yo quiero. ¿Yo quiero? Pero no amo. ¿Y entonces? Volvemos a lo anterior. Todo el mundo cuenta cuentos sobre Fulanito. Aunque no lo conozca. Y yo, por los otros, nunca voy a poder conocerlo. No si no me acerco a conversar, aunque sea. Escuché muchas veces que es un tipo intenso, que supuestamente, cuando te elige, te sentís único en el mundo. Que es como si solo existieran vos y alguien más. Te hace ver todo diferente. Te hace reír, te hace llorar...

Podrá ser copado pero es un jodido, Fulanito.

domingo, 17 de mayo de 2009

12:21, 12:34...

Cincuenta y ocho, cincuenta y nueve, ¿estará bien cerrada la puerta? Sí, la cerré bien cuando entré. Sesenta. Es hora. Ya preparé todo, ¿no? Sí, ya tenía todo listo...
Me fijo por las dudas. Nunca se es suficientemente cuidadoso. A ver; listo, listo, listo. Sí, está bien. Está bien.
12:21. Perfecto. Ay, ¿puse los...? Sí, acá están. Qué suerte que son las 12:21. Qué suerte porque 1 más 2 es 3, y 2 más 1 es 3, y 3 por 3 es 9 que es tres veces 3. Qué suerte. Aunque 3 menos 3 da 0 y 3 más 3 da 6 y lo arruina todo...
No, no, no. No puedo ponerme nervioso ahora. Vamos, Juan. Dejá de comerte las uñas. Basta. Basta. Muy bien.
¿Viste, Juan? ¿Viste que hoy no iba a pasarte de nuevo? Ya está, Juan, ya sabés cómo funciona. Mirás el reloj antes y no después, y ya está. Así no te pasa. ¿Viste, Juan? Todo está bien.
Nada está bien. No voy a poder. Por otra parte, 1 más 1 es 2 y 2 más 2 es 4, que dividido 2 da 2. El 2 está cerca del 3, aunque no sea lo mismo...
Tengo que comer antes de ir. ¿Qué toca hoy? ¿No había dejado la agenda sobre la mesa? A ver...
No, no tengo ganas de comer eso... Bueno, como un poco. Tengo que comer.
Ya está. Mejor lavo las cosas ahora...
¿Qué hora es? No, no mires. No mires, no mires, no mires...
...12:34. 12:34. ¿Por qué miraste, Juan? ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué tenías que mirar?
Levantate, Juan. Levantate de acá. Es solo una hora. No es solo una hora. Sí, es solo una hora. Es una hora en la cual 1 más 4 da 5 y 2 más 3 da 5, y 4 menos 3 da 1 y 3 menos 2 da 1, y... y...
Y 4 más 3 da 7, menos 1 da 6, dividido 2, es 3. Sí, está bien, es solo una hora...
¿Cerré bien la puerta? A ver... Sí, está bien cerrada. Papá, tenías razón, nada mejor que una buena cerradura. La del sótano era de pésima calidad, ¿te acordás? Se podía subir o bajar cuanto quisieras... Aunque eso era bueno cuando te olvidabas de dejarlo abierto por si quería ir al baño.
¿Por dónde voy? 1221. Je, qué casualidad. Es de la otra vereda, entonces. 1228, 1230, mil doscientos treinta y c...
...Acá es. Es una casa chica, tendría que atender rápido... Ahí viene. ¿Está solo? Espero que esté solo. Qué suerte. ¿Qué tenía qué decir...? Nada, Juan, nada. Pasá y hacelo de una vez.

Siempre me sorprende el sonido de un cuerpo al caer. Es tan potente, tan brusco. Como un pedazo de carne. Eso somos; carne esperando ser liberada. A veces me siento afortunado: no mucha gente puede hacerlo, pero yo sí; puedo liberar, puedo crear desde la destrucción, y eso hago. Le doy un poco de orden a este caos eterno que nos envuelve, los entrego a la vida que realmente vale. Es un trabajo duro y poco tomado en cuenta, pero sé que al final alguien va a entender su valor. Mi valor.
Tenía razón, es una casa chica. Mejor: menos superficie para limpiar. Voy a dejar la puerta cerrada pero las ventanas abiertas, para que lo encuentren rápido.
¿Qué hora es?
12:43. Pero no es lo mismo, no. Aunque 4 más 3 menos 1 dé 6 y 6 dividido 2 dé 3...

Puedo sentir su libertad. Sí. Aunque...

¿Habré cerrado bien la puerta?

viernes, 1 de mayo de 2009

Río abajo.

La sequía era más fuerte que su brío
Y aunque fuera peligroso, no quedaba otra elección.
Era claro que después de lo vivido
Mucha gente de la aldea demandaba una ilusión.

El problema era saber que en la montaña
Siempre el río se estancaba sin ninguna explicación
Y que el curso, aunque mostrara alguna maña,
Jugueteaba por la tierra hasta volver a su extensión.

Pero ahora hacía casi cinco meses
Que el gigante indiferente no volvía a su lugar;
El ganado estaba muerto, y los peces
Chapoteaban en el barro intentando escapar.

A tres hombres encargaron la odisea,
Y al llegar hasta la cima, no supieron bien qué hacer.
Dos dijeron “démosles lo que desean”,
Y aunque el otro se opusiera, decidió obedecer.

Siempre más fue lo mejor, y en su anhelo
Cavan más y más profundo aunque el río fluye bien
Se abre paso entre las piedras por el suelo
Y ahí va el agua, tan ansiosa, no se puede contener.

Río abajo, ya la gente desespera
La creciente expectativa que carcome sin querer.
El poder, la adrenalina que se eleva,
A lo lejos, en detalle ya se ve el agua correr.

El gigante poco a poco se libera
Toma el curso que desea, no lo pueden detener.
Se abalanza incontrolable hacia la aldea
Todos piensan en gritar cuando no hay nada más que hacer.

Ahora esclavos de la nada que les queda,
Ven quebrados los cimientos de su reino de papel.
Los tres hombres saben bien qué les espera,
Y se borran con el agua que quisieron someter.



Alguien me dijo una vez que la rima siempre es cursi, y la estructura, aburrida...
Puede ser.

miércoles, 1 de abril de 2009

Azucena.

Azucena no era como las otras. No. Tenía un algo, de eso que no tiene todo el mundo. Una expresión, un gesto aquí y allá. Un no sé qué que la hacía diferente. Esa presencia, esa actitud decidida que adoptaba para plantarse ante el mundo. La misma con la que se presentó ante el propio Comandante con la intención de obtener una respuesta sobre el paradero de su hijo. Alfredo y Gustavo lo sabían. Su recuerdo generalmente les arrancaba una sonrisa, aunque siempre seguida de esa mirada que tienen aquellos que en algún momento fueron rechazados.

Desde el primer momento se vieron enfrentados por ella. Alfredo la precisaba por deber, Gustavo, por necesidad. Eran el día y la noche. Uno, pedante y pretencioso, militar; el otro, reservado y modesto, de oficio desconocido, caballero como pocos. En ambos había cierta curiosidad que ninguno se animaba a admitir, aunque se rumoreaba que, tratándose de Alfredo, pocas probabilidades había de que fuera así. Verdad o no, cierta fascinación por ella de su parte era innegable.

Azucena les doblaba en edad, por lo menos. No les importaba. Gustavo se arrastraba tras ella cual perro de la calle, de esos que se le pegan a uno buscando aunque sea una bolsa de basura para roer. Alfredo prefirió tomar distancia para preservar su profesionalismo y ocultarse de ella. Le sirvió poco. Cayó también, pero desde su oscuridad; su entrenamiento lo había hecho un experto a la hora de esconderse, y ahora se maldecía por ello: a los ojos de Azucena era invisible.

Gustavo tuvo que luchar por conservar su lugar en varias oportunidades, ya que siempre había algún desubicado que pusiera sospechas sobre él. Y ahí iba, otra vez, a ganarse la confianza de su señora.

Le tomó un tiempo a Alfredo resignarse a su situación de ser inexistente, de sombra de Gustavo. Le dolía saber que en el momento en el que finalmente se encontraran, no habría nada a qué aspirar. Sus trabajos anteriores eran simplemente eso, trabajos, pero este no. Habría matado al mundo entero si se lo hubieran ordenado, y si, claro, le hubieran dado un buen grupo de hombres. Pero ella era distinta; única. Y el simple nombre de Gustavo era suficiente para que Alfredo desapareciera. Desde el principio lo quiso como a un hijo, a Gustavo. Eso lo llenaba de ira.

Y llegó la noche en la que Gustavo no la necesitó más. Era hora de que Alfredo entrara en acción. Se sabía el papel de memoria; era bruto, es cierto, pero pretender siempre se le había dado con una facilidad envidiable. Pretender y engañar.

Así Alfredo, o tal vez Gustavo, fue señalando en su código a cada uno de los cabecillas. Es muy probable que fuera Alfredo, pues al marcar a Azucena solo pudo mirarla a los ojos, como rogando ser visto, como pidiéndole perdón. En su último encuentro, ella, colgando del techo por las muñecas, le daba la espalda. Azucena nunca lo vio; nunca supo quién fue, ni cuál era su verdadero nombre. Antes del interrogatorio se la veía preocupada: quería saber si alguien podía darle algún tipo de información sobre la situación de Gustavito, el muchacho rubiecito que estaba en la iglesia ese día, con ellas. Un cuerpo pasó velozmente a su lado y salió de la habitación. Si no hubiera tenido el uniforme puesto, Azucena habría jurado que era él.

Alfredo caminó por los pasillos sin una dirección fija: hacía tiempo que estaba perdido. Suprimió entonces a Gustavo Niño de su mente y decidió hacerlo desaparecer junto a los otros.




Un texto viejo...

lunes, 16 de marzo de 2009

El juego.

Mabel se sienta en una calesita. Busca al león, que fue su favorito de pequeña, se prepara como si fuera a dar el salto de su vida, mete sus largos dedos en las ranuras de plástico pegadas a la melena, y respira profundo cuando siente que el juego empieza a andar.
Mabel está sentada y gira y gira, y se marea, pero sigue ahí, inmutable, manteniendo la postura y compartiendo la quietud de su león. Ya de chica, ella decía que había algo sobre él que la tranquilizaba, algo que le daba serenidad. Eso necesita ella, ahora: serenidad. Necesita que le digan que todo va a estar bien. Que todo mejora. Quiere que alguien se le acerque y que intente hablar con ella, pero el juego gira y gira y aunque ella no se mueve, gira igual. Lo que pasa a su lado ya no le interesa, y lo que pasa fuera de su calesita no es más que una mancha borrosa de la realidad ajena. Reconoce algunas voces, algunas risas, y tal vez, solo tal vez, le gustaría acercarse a ellas...
Pero subida a su león fijo, gastado, de ojos seguros y pintura corroída, no ve manera de bajarse de la vuelta. Por eso intenta disfrutar aunque su mundo gira y gira, y se sonríe cuando piensa que si bien está en constante movimiento, nunca avanza, nunca llega a ningún lado.
Cuántas veces fantaseó con encontrarse en el camino a algún valiente que demorara su paso solo para verla, o con distinguir a lo lejos un hombre que frenara con sus brazos esa rueda eterna en la que se veía. De todas formas, perdió las esperanzas de que algo así pase. Ya no lo espera, pero siempre se es libre de soñar, y por eso, Mabel sueña.
A veces cree que sueña demasiado. Su vida está basada más que nada en esos sueños, ella lo sabe bien, por eso siempre quiere soñar más. No hay ningún peligro, ella es totalmente consciente de que eso no es real. Sabe que en algún momento tendría que terminarse. Dar un paso al frente, seguir adelante.
Sí, ya sería tiempo de seguir adelante. Tiene que bajarse del juego y enfrentar aquella mancha borrosa que nunca vio claramente. Tiene que pararse y dejar a su león, que nunca fue de ella, adonde pertenece, porque esa parte suya no puede acompañarla. Tiene que decidir, y ser por una vez, real. Tiene que seguir moviéndose, pero para avanzar. Sí, empezando ahora...

Mabel nunca notó la calesita detenerse, no vio al resto de la gente bajar, ni vio a otros subir...
Se quedó a la siguiente vuelta, y a la otra, y a la otra, y todavía sigue ahí, subida a aquel león que lentamente se hace polvo, mientras su calesita gira y gira...

Haber amado un pez dorado

Va a olvidarte vos no Entro a ver qué dejé de mí en este espacio. Borradores. 100 notas en pausa, modelos discontinuos, ideas de una crea...