Era una puerta enorme, triangular, inútil. Estaba sola, interdimensional como un sonido, plana como una hoja, y la profundidad no la alcanzaba. Era su orgullo: desafiaba la física (con) su mera existencia. Con mucho esfuerzo, logró mover la base hasta lograr una apertura. Del otro lado no había nada esperando. Frente a ella, ni un átomo que quisiera espiar por alguna grieta. Tiene sentido: cómo era posible la perspectiva; cómo podría adueñarse (de) un a través. No unía/separaba habitaciones, ni espacios abiertos, ni seres.
Nada (la) traspasó mientras se mantuvo ahí, casi de adorno, engarzada como un colgante perezoso en(tre) las paredes chatas. Sólo le correspondía articular vacíos.
Y era una puerta, triste, porque, aunque deseara unificar(se) vigorosa y esforzadamente, vacío con vacío nunca se (le) unieron.
miércoles, 11 de julio de 2012
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