No estoy acostumbrada a no poder poner en palabras lo que siento. Es así. La explicación siempre se me da fácilmente; me es familiar. Mi mirada antropológica, como diría Betty, de la vida -y particularmente de mi vida-, me permite elevarme de la situación en la que me vea involucrada y, sencillamente, describirla cual científico en su laboratorio. Me paro a un costado (algunas veces no literalmente, claro) y trato de entender qué está pasando; observo a la gente, la estudio, la leo; registro los detalles y presto atención a la omisiones. Saco conclusiones y trato de deducir las consecuencias que tendrían determinados pensamientos si evolucionaran en acciones. Es simple. Es seguro. Es cómodo. Es lejano a la realidad y al sentimiento en sí. Es racional, inofensivo, armónico. Incluso se puede volver estético.
El único problema que esta forma de... supervivencia parece tener es la facilidad con la que uno puede, a menudo, encontrarse fuera de terreno conocido. ¿Y entonces qué? ¿Qué se hace?
Si estuviera de mejor humor diría algo del estilo de "en esas situaciones, lo que se hace es, finalmente, abandonar esa posición pasiva de limitarse únicamente a pasar la vida como un calendario y empezar a vivir: aventurarse tal vez no sin miedo, pero con decisión ante esta nueva oportunidad de ser uno y no quedarse dentro de esa jaula que creamos para no poder conocernos del todo ni ver dónde podríamos llegar". No es el caso. Me incomoda la incertidumbre. Me incomoda no poder expresarme. ¡Me incomodás! Me incomodás y no tengo manera de controlarlo -cosa que me incomoda aún más, a mí, que nunca pierdo el control- porque... porque no sé por qué.
Porque puedo lidiar con el afecto, la atracción, la confusión, el enojo, la frustración, la fascinación, la decepción, la melancolía, el resentimiento, la admiración, la nada. Puedo lidiar con todo eso, más allá de lo que me genere cada cosa. Puedo lidiar con todo eso porque puedo racionalizarlo y entender de dónde viene y cómo resolverlo. Pero la incomodidad... ¿qué hacés con la incomodidad? ¿cómo dejás de estar incómodo? ¿Y qué hacés cuando sabés qué te incomoda, pero no podés evitarlo?
Vale aclarar que no estoy mal, ni triste, ni angustiada, ni nada de eso. Ni cerca. Simplemente hay tanto que no estoy diciendo y tanto más que no quiero decir, y estás vos, estás vos y no sabés que estás y no sé si yo quiero que sepas. Conclusión: me metí en esto yo solita.
Y claro: Calavera no chilla, pero, y ahora...
¿...Qué hacemos?
lunes, 8 de marzo de 2010
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